Miercoles 16 de Enero del 2013 |
24 al 30 / Noviembre / 2012
Adrián González Naveda
Adrián González Naveda

Es el PRI,
no se hagan güeyes...

El manejo de la información siempre ha consentido las más burdas arbitrariedades. Y en eso, nuestra prensa nacional se pinta sola. A nadie le es ajena la discrecionalidad con que los periódicos tradicionales (impresos) y no tradicionales (digitales) presentan las notas de interés público, o de supuesto interés público.

La línea editorial de cada periódico devela su verdadero compromiso con el oficio periodístico, y sobre todo el respeto que le guardan al derecho a la información de la ciudadanía.

Saco esto a colación porque en las últimas semanas un caso sintomático ha venido a desnudar, una vez más, la mediocridad (o perversidad) del periodismo mexicano. Me refiero a la Reforma laboral.
En este momento pienso oportuno hacer un pequeño paréntesis; por supuesto que la pluralidad política del país se manifiesta a través de un debate franco, directo y duro. Así debe de ser, en una democracia. La constitucionalización del disenso debe abarcar las más variadas expresiones, y medios, para el libre intercambio de ideas. Sin embargo, no nos confundamos, hay una enorme diferencia entre las opiniones, motivadas por las inclinaciones ideológicas de cada individuo, originadas por la subjetividad con la que cada ciudadano trata de entender la realidad política y social de su entorno, y los hechos, concretos, irrefutables y, estos sí, perentorios.

Es precisamente a partir de la tensión que la dicotomía realidad-percepción produce, que los supuestos adalides de la libertad de expresión juegan a favorecer intereses muy particulares.

Los medios de comunicación tienen dueños, quienes están en ese negocio por el simple hecho de que les produce ganancias económicas, muy cuantiosas además. Estos empresarios actúan de manera racional, buscando maximizar ganancias y minimizar costos.

Ante esta lógica de pensamiento, cualquier consideración moral, cualquier defensa de una supuesta "libertad de expresión", a la cual siempre aducen cuando se les cuestiona su abyecta parcialidad o evidente confabulación, falta a la realidad.

Hace no mucho, Ciro Gómez Leyva, uno de los periodistas que a mi parecer adolecen del más mínimo rigor periodístico, decía que la última década había estado marcada por la evidente mediocridad de nuestra clase política. Coincido, pero Gómez omite señalar que mil veces más obscena ha sido la mediocridad del periodismo nacional; su pasividad, su habilidad de acomodarse siempre a los caprichos de los gobernantes, golpeándolos sólo para ganar su favor, a partir de jugosos contratos de publicidad, los define, de cuerpo entero, como una de las prensas más serviles del continente.

Los medios de comunicación se rigen por una sola máxima: servir a los intereses de su patrón, a los caprichos del dueño del changarro.

Entonces regreso a la Reforma Laboral. Regreso, porque lo anteriormente expuesto encuentra en esta coyuntura aval y sustento.

El tratamiento que los medios de comunicación le dieron al seguimiento y desenlace de la mal lograda reforma en materia laboral evidencia los intereses que los dueños de los mismos hacen suyos. Como era de esperarse, la Reforma será publicada sin los artículos que explícitamente incorporaban a la Ley Federal del Trabajo los temas de transparencia y democracia sindical. ¿Porqué? Pues porque el PRI se opuso.

Es el PRI quien, obviamente, le teme a la democracia y a la transparencia. Es el PRI quien, alineados con el PAN en materia de flexibilización de contratos y causales de despido, se muestra "reformista" siempre y cuando su brazo corporativo, ese que encuentra fundamento en el sindicalismo charro, en liderazgos a perpetuidad como el de Gamboa Pascoe, de Romero Deschamps y de Elba Esther Gordillo, se mantenga intacto.

Basta revisar los periódicos de mayor circulación nacional esos días, la cobertura televisiva que se le dio a este asunto, para confirma la parcialidad con que los dueños de los medios de comunicación se empeñan en justificar las actitudes autoritarias y regresivas del PRI. Imperó el silencio, o la manipulación de los hechos. En fin, que al PRI se le defendió con capa y espada, con la clara finalidad de que no asumieran costo político alguno.

La libertad de expresión en manos de unos empresarios sin escrúpulos; plumas mercenarias al servicio de sus patrones, la libertad de expresión, el derecho a la información, secuestrada bajo el criterio mercantilista de la ganancia económica. Muy bien, se están alineando con Peña Nieto.

Muchos de esos dueños deben miles de millones al fisco, y por supuesto que no quieren pagar. Otros estuvieron involucrados en el atraco de Fobaproa, pero los más simplemente buscan una rebanada de ese pastel que se llama propaganda gubernamental. Miles de millones de pesos al año, ni más ni menos.

Mientras tanto, a esa prensa vendida, no me queda más que decirles: Es el PRI, no se hagan güeyes señores.

@Gonznave