A eso de las 5:40 estaba en el aeropuerto de Kathmandú esperando junto a unos setecientos turistas, que tuvieran a bien llamar al abordaje de mi vuelo. Cada vez que voceaban con toda interferencia el número afortunado, todos veíamos nuestro boleto esperando tener el ganador para, con profunda decepción, descubrir que no era el mío, pero con la esperanza renovada para el siguiente. Cabe mencionar que todos teníamos el mismo horario: seis antes meridiano. Claro, el espectáculo es más nítido con la luz del amanecer.
Durante ese tiempo y casi sin querer, escuché las amargas experiencias de algunos aeronautas que emprendían la aventura por segunda y hasta tercera ocasión para ver si hoy, sí tenían la buena fortuna de ver la montaña. La verdad es que al contratar el servicio nunca cruzó por mi mente la posibilidad de no verla dada la espesa neblina que inundaba en aquéllos días.
Tras cuarenta largos minutos por fin me tocó turno. Librada la preocupación del horario, ahora me embargaba por la ocupación del lugar. ¿Me tocaría ventana? ¡Caramba! ¿Cómo se me fue a pasar ese "detallito"? Al subir en la nave, con gran alivio descubrí que todos teníamos ventana, así podías ver de ida o de vuelta.
Volábamos por encima de las nubes, todo era una espesa bruma. Repentinamente se coló la luz del sol para descubrir la más hermosa de las vistas: La Cordillera de los Himalayas. Éramos ochenta desconocidos de diferentes nacionalidades, religiones, culturas y, sin embargo, ante La Montaña nos hermanábamos compartiendo un suspiro y el asombro ante lo Divino.
Le llaman la ruta de los 8 miles porque 10 de las 14 cimas del mundo que sobrepasan los 8 mil metros de altura, se encuentran ahí. Para mí era la visita al viejo Himavat, Dios de la montaña, una de las deidades más antiguas, quién tuvo a bien desvelarse ante mis ojos firme, sereno, majestuoso. Me susurraba al oído historias del Mahabharata* y derramaba poemas del Devi Gita.**
La emoción que embriagaba mi alma, la ensanchaba dentro de mi pecho, al tiempo que revoloteaba por mi vientre. Las palabras no me alcanzan, sólo las lágrimas de contento que corrían por mis mejillas podrían describirla.
Les mando un fuerte y apretado abrazo,
Claudia
*El Mahābhārata es la epopeya más antigua del mundo. El poema épico más largo de la historia, más aún que la Biblia o las obras completas de Shakespeare. Su nombre proviene del sánscrito: 'maha'(gran) y 'bhārata'(humanidad). Se suele traducir por 'la gran historia del pueblo de India' y, por extensión, de toda la humanidad.
** Devi Gita es parte de Srimad Devî Bhagavatam escrito por el gran Veda Vyasa . En él describe la encarnación de Devi, ella misma describe su naturaleza y cómo quiere ser venerada, particularmente con prácticas yoguis, meditación y rituales.