Ellos, que son parte del sistema financiero y son la fuerza que mueve el mercado, están capitalizando la desgracia de otros. Son, metafóricamente, mercaderes de bombas especulativas que pueden derivar en desempleo y la pérdida de riqueza. Tienen todo para tirar a un país y, por eso, es crucial tejer una regulación más estricta que limite su legítima obsesión de ganar más y más