En tal posibilidad puede inscribirse el trabajo realizado por el Dr. Gonzalo Escalante en el que se conjetura una posible explicación de la escalada de la violencia en razón del combate al narcotráfico en México.
Tales esfuerzos han llevado a desarrollar una nueva área del conocimiento denominada "economía del crimen" (The economics of crime). Sea dicho esto para explicar el atrevimiento de abordar un tema que se puede estimar lejano a la economía y las finanzas.
Sin pretender lograr un alcance a la altura de las experiencias señaladas, el análisis de la violencia, la delincuencia y las políticas institucionales puede arrojar luces sobre la percepción y pertinencia de las acciones públicas seguidas en la materia. Esto, particularmente a partir del reporte del Latinobarómetro 2011 y de la Décima Encuesta Nacional sobre Percepción de Inseguridad Ciudadana en México, de Consulta Mitofsky y México Unido Contra la Delincuencia de marzo 2012. En el primer caso porque permite poner el tema mexicano en una perspectiva más amplia a la local, y en el segundo porque posibilita apreciar la percepción ciudadana nacional sobre una cuestión que ha enlutado a miles de hogares y ha sembrado una zozobra en la ciudadanía, que hace cinco años nadie hubiera imaginado.
En América Latina, de acuerdo al Latinobarómetro 2011, se ha generalizado la percepción de que la delincuencia es el principal problema de la región, después de que Paraguay y Colombia identificaron al desempleo como el principal problema que enfrentan. El caso de Colombia puede llamar la atención, pero hay que considerar que este país no sufrió la crisis de la deuda de los 1980s y el flagelo de la guerra contra el narcotráfico y la guerrilla han sido de las de mayor data en país alguno.
De acuerdo a la misma fuente, la violencia es percibida en Latinoamérica con un alto índice; pero ella va más allá de la delincuencia y el narcotráfico. Al punto que puede ser un asunto psico-social secular. México es uno de los países con el mayor rango del Lantinobarómetro, por arriba de Honduras, Venezuela, entre otros, y muy por arriba del promedio de Latinoamérica. Además, nuestro país presenta el segundo nivel de victimización asociado a la violencia; muy por arriba del promedio. Lo que puede hacernos parecer como una sociedad violenta.
En ese tenor, México presenta el mayor nivel de victimización y tasa de homicidio en una muestra de 13 países de la Región. Por lo que es posible encontrar una relativa correlación de violencia con homicidio. La correlación explicaría la percepción de la victimización directamente asociada a la violencia de la delincuencia de pandillas. De ser esto cierto, las políticas institucionales habrían estado hasta ahora mal enfocadas, dado que es la violencia per se y no el narcotráfico la principal causa de la victimización de la sociedad y la mayor preocupación de la ciudadanía. Hecho que todos sabemos.
Tal conjetura se confirma dado que la percepción en la región es que los resultados más apreciados son los de las políticas que se han centrado en el combate a la delincuencia más que al narcotráfico. Obviamente, tal situación no es el caso de México. En tanto la percepción general en la región es que el narcotráfico puede ser resuelto desde el estado, en México contradictoriamente se asume como un fracaso (Cuadro 1).
Cuadro 1
A lo anterior se agregaría, el que el homicidio doloso, una de las mayores violencias, en un reporte Internacional evidencia que la impunidad en México se ha incrementado hacia 2010 en más de 15 puntos. A partir de lo argumentado, la pregunta sería si el problema de México es la inseguridad y la delincuencia o el narcotráfico.
Cuadro 2
De acuerdo a la Décima Encuesta Nacional sobre Percepción de Inseguridad Ciudadana en México, de Consulta Mitofsky y México Unido Contra la Delincuencia, de marzo 2012, en efecto la población percibe que el principal problema que enfrenta es la inseguridad y la delincuencia (Cuadro 2).
Aún más, tal percepción se disparó a partir de 2011, fundamentalmente después de que la economía se empezó a recuperar de la profunda caída económica de 2009. A mayor abundamiento, el narcotráfico aparece como el quinto problema de México y la drogadicción en el último lugar. Es claro que lo que percibe el ciudadano de a pie como riesgo para su seguridad es la delincuencia; la delincuencia que le afecta su vida cotidiana, en su quehacer de todos los días, en su vida normal.
De acuerdo a la misma encuesta, resulta que la población percibe que conseguir una pistola es fácil (Cuadro 3). Tal percepción es superior al 50%; lo que resulta grave si se considera que las armas están mayormente presentes en los hechos violentos y delincuenciales.
Cuadro 3
Si en tal encuesta no se considera a las personas que no respondieron, el porcentaje de los que estiman que es relativamente fácil conseguir una pistola en su ciudad es casi de dos terceras partes. Proporción en si sumamente elevada para cualquier parámetro internacional, aún de países que han enfrentado recientemente conflagraciones externas.
Cuadro 4
De acuerdo a lo anterior, ¿Sería relativamente más fácil "despistolizar" a la ciudadanía que combatir al narcotráfico? ¿Qué tendría, en tal caso, mayor apreciación para la población en materia de políticas públicas? En todo caso, de manera cínica uno se preguntaría porque se debe cambiar la política hasta ahora seguida.
La respuesta está en que en una sociedad relativamente democrática las políticas públicas se deben definir en razón de la propia ciudadanía y la apreciación de sus prioridades. En este sentido (Cuadro 4), la apreciación de la ciudadanía mexicana es que el combate al crimen organizado ha sido un fracaso. Tal apreciación parece haberse hecho manifiesta a partir de mediados de 2009, en plena crisis productiva y de empleo del país, pero también en la guerra generalizada contra el narcotráfico. Sorprende el hecho de que durante el sexenio Calderonista la apreciación ciudadana sobre el éxito o fracaso en la guerra contra el crimen organizado cambió totalmente; del posible éxito se transitó al total fracaso.
La tan traída y llevada política de "cero tolerancia" del Mayor de Nueva York, Rudolph Giuliani, y que tanto éxito tuvo, se centró en el combate a la delincuencia y a la violencia, no al combate al crimen organizado o al narcotráfico. Se enfocó en darle al ciudadano seguridad; seguridad cotidiana, en la calle, en el barrio, en su casa. No se desgastó en la lucha con fuegos fatuos, "rambonesca", de Hollywood o de televisión, organizada contra un enemigo desconocido, cuyo móvil económico podría llegar a superar el presupuesto de un buen conjunto de estados mexicanos.
Es la violencia, y la delincuencia que afectan a la mayoría lo que lacera a la sociedad mexicana. Es la violencia del mucho para unos pocos, contra el casi nada para casi todos. Es el hartazgo de la abundancia, contra el hartazgo de la miseria lo que seguirá lacerando a una sociedad ya de por si violenta. Es la delincuencia, por omisión o por comisión, que es alentada desde las esferas del poder lo que incita más violencia.
Hoy, desde la lejanía del adiós, le reclaman a Calderón sus corifeos "ciudadanos" el fracaso de su guerra, al tiempo que le cortejan cien mil muertos.