De acuerdo a las investigaciones del autor, y de otros autores, y que se resumen en el libro, la mente tiene dos sistemas que determinan la forma en que pensamos. El sistema 1 es rápido, intuitivo y emocional. El sistema 2 es lento, deliberativo y más lógico.
El sistema 1 es el que se activa en automático, por ejemplo, para responder a la pregunta 2 + 2. Las respuestas del pensamiento intuitivo se basan en respuestas heurísticas o basadas en la experiencia; por ejemplo, en respuesta a haber realizado la suma anterior muchísimas veces.
El sistema 2 es deliberativo, incluye procesos que requieren atención y se ven afectados cuando se pierde la atención. Por ejemplo, llenar las formas del SAT (esto si que requiere mucha concentración y tiempo), o escribir, o hacer operaciones más complejas como 17 x 24.
El sistema 1 permite que hagamos varias actividades al mismo tiempo, como manejar en un camino conocido e ir platicando. Sin embargo, no se pueden hacer muchas actividades al mismo tiempo que involucran al sistema 2. ¿Quién puede poner atención a una conferencia y al mismo tiempo resolver un crucigrama? O inclusive ¿quién puede leer y escuchar música al mismo tiempo?
Si nos damos cuenta que estamos haciendo más de una actividad al mismo tiempo, como máximo una responde al sistema 2 y el resto son del sistema 1. El sistema 2 es tan absorbente que nos puede hacer ciegos a eventos obvios, y además no nos percatamos de esta posible ceguera. ¿Cuántas veces estamos tan concentrados que no oímos cuando nos hablan?
La división del trabajo entre el sistema 1 y el sistema 2 es muy eficiente: minimiza el esfuerzo y optimiza el desempeño. Estar concentrado todo el tiempo sería muy cansado. Además el arreglo funciona bien porque generalmente el sistema 1 es muy bueno en actuar correctamente en la mayoría de las situaciones. ¿Les ha pasado que una vez en su oficina no recuerdan el trayecto en el que fueron manejando?
No obstante, el sistema 1 tiene sesgos, comete errores sistemáticos en circunstancias específicas. A veces responde respuestas más fáciles que las que le fueron preguntadas y tiene poco entendimiento de la estadística y de la lógica. Tiene lo que llama el autor ilusión cognitiva.
Por ejemplo, cuando a un administrador de fondos que había invertido millones de dólares en una compañía le preguntaron por qué lo había hecho; respondió que porque había ido a una presentación de la compañía y le había causado una buena impresión, y le hacía ilusión ser dueño de esa compañía famosa. Su decisión nunca consideró si el precio de la acción estaba subvaluado o sobrevaluado. El sistema 1 del inversionista ante una pregunta compleja, ¿es rentable invertir en esa acción? La sustituyó sin darse cuenta por una pregunta más fácil ¿me gustaría ser dueño de esa compañía?
El sistema 1 siempre está actuando y el sistema 2 a veces funciona como mecanismo de autocontrol, pero no siempre. ¿Qué podemos hacer? Definitivamente no podemos activar el sistema 2 constantemente como contralor del sistema 1. Lo mejor que podemos hacer, dice el autor, es un compromiso: aprender a reconocer las situaciones en las cuales tendemos a cometer errores y tratar de evitar esos errores que tienen en juego un valor alto.
El autor argumenta además que es más fácil reconocer los errores que comente el otro que el que cometemos nosotros mismos, por lo que es valioso apreciar los comentarios de las personas que nos conocen.
El libro Thinking Fast and Slow es de lo último que ha escrito Kahneman, quien se hizo famoso, y ganó el premio Nobel, por sus trabajos con Amos Tversky escritos en los años 70, los cuales documentaron que las personas cotidianamente tomaban decisiones equivocadas, rebatiendo el paradigma de la decisión racional.
Gracias a ellos, y a otros autores que les siguieron, hoy se reconoce que las decisiones que toman las personas pueden no ser racionales y que no necesariamente esta separación de la racionalidad se debe a estados de ánimo; se debe a cómo funciona la mente: el sistema 1 y el sistema 2.
Este reconocimiento explica por qué se ponen límites para la selección de fondos en las AFORES, o por qué se limita la comida chatarra en las escuelas. Estoy convencida que cada vez más veremos políticas públicas que tomen en cuenta cómo se comportan los agentes. Por lo pronto, a nivel personal a mi me parece que seguir el compromiso del autor, mencionado cuatro párrafos arriba, es una idea racional.