Miercoles 16 de Enero del 2013 |
1-7 / Diciembre / 2012
Rosario Avilés
Rosario Avilés

Transporte Aéreo
Un largo período de abandono

En lo que se prospecta como el fin de sexenio más emotivo (o el de mayor pena ajena, según se vea) las autoridades de la SCT están enviando una cantidad de modificaciones a reglamentos, normas y circulares que hacen pensar que quieren dejar todo de cabeza para que nadie sepa qué fue lo que pasó.

Lo cierto, sin embargo, es que el sector transporte aéreo ha sufrido un largo período de abandono. En el tema de la seguridad aérea las cuentas no son mejores. Y si tomáramos como base los dos sexenios panistas, la cuenta es aún más triste.

Desde el año 2000 a la fecha se han presentado en el país un total de 58 accidentes e incidentes graves de aviación. Es decir, eventos fatales donde ha habido muertos o, al menos, pérdida total de las aeronaves. Si descontamos aquellos que no ocurrieron en la era blanquiazul, tendremos 54 eventos de esta naturaleza, de los cuales, 27 ocurrieron en el sexenio de Vicente Fox y 27 en el sexenio que toca a su fin.

Ningún país está exento de tener este tipo de problemas, es cierto, pero también lo es que en los dos sexenios anteriores el número de eventos de esta naturaleza era sensiblemente menor (16 como promedio) y en ninguno de ellos fallecieron secretarios de Estado.

De los 54 accidentes o incidentes graves que se registraron, al menos 15 corresponden a aeronaves de aerolínea comercial, 14 a aeronaves al servicio del Estado (tanto de las fuerzas armadas como al servicio de funcionarios de gobierno) y el resto de servicios cargueros o de taxi aéreo y servicio particular.

En 38 de los 54 accidentes hubo pérdidas humanas y en el resto hubo heridos o la aeronave sufrió daños de consideración, o que implica que hay pérdidas irreparables que debieran merecer la atención de las autoridades.

Entre las cosas que resaltan en esta estadística está el hecho de que sólo dos de los 54 eventos merecieron un reporte público, debido a al relevancia de los fallecidos, y que la Dirección de Investigaciones sigue siendo como el patito feo de la Dirección General de Aeronáutica Civil (el patito feo dentro del monstruo horrible) a la cual se le ha negado recursos y plazas de forma sistemática excepto cuando tenemos visitas de inspectores extranjeros.

Es curioso cómo, siendo la aviación un sector tan sensible en el tema de seguridad y en su función como servicio público, los administradores del Estado ignoran la función que tienen al gestionar el transporte aéreo.

El que un concesionario privado no le dé esta importancia es hasta entendible debido a que su foco de atención está en ganar dinero, pero el Estado como tal no puede darse el lujo de ignorar para que existe.

En ese sentido la legislación mexicana sí es muy clara al señalar las atribuciones que los funcionarios de las secretarías relacionadas con el transporte aéreo tienen. El transporte aéreo es un servicio público porque, en un país como el nuestro, donde la orografía mantiene a las diversas regiones separadas y a algunas de ellas prácticamente aisladas, es importante tener un medio de transporte que contribuya a unir a los estados de la federación.

Asimismo, el espacio aéreo es una vía explotable por el Estado (por todos y cada uno de los Estados firmantes del Convenio de Chicago que dio vida a la Organización Civil Internacional), es un bien nacional, y por lo tanto no puede estar al arbitrio y a merced del concurso privado.

Hacer aviación, lo saben todos los que tienen una aerolínea o han trabajado en el sector, no es una actividad que pueda equipararse a hacer tamales (aunque haya aerolíneas que casi gestionen a sus pasajeros como si fueran bultos). Las inversiones que se requieren, el grado de tecnología y experiencia de sus empleados, el rigor en el manejo del riesgo que conlleva esta actividad, son elementos que hacen de la aviación un asunto que no puede manejarse como cualquier otra actividad.

El Estado, como garante de la seguridad, de la soberanía nacional, de la integración regional, del desarrollo económico de los habitantes de la Nación, tiene ciertas obligaciones. Si no fuera así, sería tan simple como desaparecerlo, para regresar tal vez al medievo donde los señores feudales eran dueños de vidas y haciendas y se hacían continuamente la guerra entre sí.

El nacimiento del Estado significó un avance en la civilidad de las sociedades humanas. Y, aunque mucho les duela, hasta los más neoliberales saben que se requiere "tanto Estado como sea necesario".

En este sentido, pues, es que se requiere que el Estado ponga las reglas bajo las cuales ha de darse la actividad que le está reservada y en la cual permite el concurso de los particulares para que coadyuven en esa labor. Si no se tratara de vidas humanas, de la integración regional, del desarrollo nacional, si cualquiera pudiera según su leal saber y entender prestar este servicio, no sería necesario que hubiera estas regulaciones.

Pero no es así, de modo que quienes se comprometen a prestar el servicio deben hacerlo cumpliendo ciertas reglas. Otros tipos de transporte, menos sensibles al manejo de riesgo, también se rigen por concesiones federales y están sujetos a normatividades que debieran ser estrictas (y que no lo son por omisiones graves de las autoridades que las deben vigilar) pero que van encaminadas a los mismo: cuidar la vida humana.

El abandono de la vigilancia que tuvo su punto culminante cuando la Agencia Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA) decidió que México debería estar en la lista de Categoría 2 (es decir, la degradó pues antes siempre había estado en Categoría 1, donde están los países que cumplen con las regulaciones y la vigilancia de ésta).

Lo anterior significó que las aerolíneas mexicanas o sus aviones que no habían sido previamente certificados por esa autoridad, no podrían ingresar en territorio norteamericano. Es decir, era una llamada de atención y un fuerte manotazo sobre la mesa ante el abandono imperdonable en que está y estaba el transporte aéreo.

Todos los actores de la aviación nacional han sufrido en estos años. Unos más y otros menos, pero todos requieren que el sector se convierta en una actividad prioritaria para el Estado y que sea manejado con estrategia para convertir al transporte aéreo en una herramienta de competitividad.

No se pide más de lo que nuestros vecinos y socios comerciales hacen. Seríamos realmente indolentes y poco inteligentes si no lo hacemos, sobre todo cuando queremos competir con éxito en el mercado global.

México no tiene las mismas características de otros países. No podemos calcar modelos que no van con las necesidades de esta Nación. Ni Estados Unidos, ni Centroamérica, ni Argentina, Alemania, España, etc. pueden ser el camino a seguir. México tiene lo suyo y hay que potenciarlo. ¡Por favor!

E-mail: raviles_2@prodigy.net.mx; twitter: @charoaviles.
Periodista, investigadora y experta en el sector aeronáutico.
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