Logrando distraerme del monumental colapso de tráfico en la Avenida Reforma, ocasionado por la manifestación de apoyo a los normalistas que se encuentran en prisión en el estado de Michoacán. Pero ese tiempo detenida en una de las vías urbanas más hermosas del mundo me lleva a una de esas imágenes que ya había quedado almacenada en esa papelera de reciclaje que es el inconsciente, donde dormitan reprimidos los recuerdos y desde donde aparecen súbitamente, ejerciendo una efectividad sobre las emociones que no deja de sorprenderme: tanques del ejercito en Reforma, yo miraba desde la ventanilla del coche de mi padre con siete años y no entendía que hacían allí, lo comprendí muchos años más tarde, era el año 1968.
Pero esas líneas que vertebran, que definen e identifican los vastos territorios urbanos, fueron consecuencia en un primer momento de una Revolución, la francesa de 1789 que traería de la mano la necesidad de nuevas mejoras higiénicas y de comunicación en el París de principios del siglo XIX. Y es así que Napoleón III encarga a Hausmann las grandes reformas de la ciudad: un sistema de alcantarillado, la conducción del agua, nuevos puentes, pero sobretodo la apertura de los grandes bulevares, esos ejes de circulación que la definirían para la posteridad. Pero la apertura de los mismos llevaba implícita por encima de todas las cuestiones de índole higiénico, una mucho más importante: la del orden público. Ya que la estrategia, era imposibilitar las revueltas como las de 1830 y 1848, porque de esta manera se impedía la colocación de barricadas en las estrechas calles medievales.
México de mano de un emperador europeo, Maximiliano de Habsburgo, trasvasa la traza de los grandes bulevares parisinos, abriendo una magnifica avenida para comunicar su residencia en el Castillo de Chapultepec con el Palacio Nacional, y cuyo primer nombre Paseo de la Emperatriz en honor a su esposa, fue modificado con la restauración de la República en 1867, adoptando el nombre actual: Paseo de la Reforma.
Actualmente en el siglo XXI, la inteligencia de quienes dirigieron los últimos gobiernos de la Ciudad de México han logrado revertir el sin sentido de trasladar el centro de negocios del país a una periferia sin identidad, anodina y caótica. Se retomó y se reformó Reforma para el país y la historia venidera, se retomó una de las mejores avenidas urbanas del mundo, en un logro sin precedentes. Por eso la previsión anunciada de más de 15 mil millones de dólares en los próximos años de gobierno de Miguel Angel Mancera, vuelve a dejar patente de nuevo la apuesta que el gobierno del D.F realiza por el eje del país.
Porque frente a la visión de los grandes urbanistas y sociólogos que logran esta recuperación, habita la necedad de los mediocres que siguen criticando, por suerte cada vez menos, decisiones valientes, como la de cerrar al tráfico los domingos en los ejes centrales de la avenida, para que todos los ciudadanos puedan hacerla suya, caminarla, correrla, o transitarla en bicicleta. A esa velocidad donde somos capaces de admirar el sedimento de la historia del país, a través de sus edificios, de sus monumentos.
Y porque las políticas urbanas de vanguardia a escala mundial, abogan claramente por gestionar ciudades inclusivas, ese es el gran desafío de los tiempos actuales, y ese tiene que ser el gran desafío del gobierno de la Ciudad de México, en un proceso claro de transformación en el que está inmerso la propia sociedad.
La planificación urbana de excelencia, la inteligencia, obligan a nuevas lecturas de las perspectivas y de las políticas para la ciudad. Por eso la importancia del Paseo de la Reforma la han detectado como siempre los visionarios, y no solo como motor de crecimiento y potencial económico en un proceso imparable de globalización. La construcción de la torre del BBVA-Bancomer por el arquitecto británico Richard Rogers, es un claro ejemplo, sobre todo por la importancia que ejerce como espacio urbano de convivencia, de inclusión, porque el Paseo de Reforma productivo, es compatible con su función social; ambos son claramente conciliables.
Arrancan de nuevo los coches y ahora Café Tacuba canta :
Mira los niños juegan con globos de cualquier color, mira la gente compran helados de cualquier sabor. Parece mentira que haya tanta vida en este lugar, ¡¡¡que felicidad!!!