Pienso inconscientemente desde la capital de la actual Unión Europea, en aquel periodo entre 1525 y 1648 donde la religión desató la sin razón en Europa, dividíendola en dos. Guerras de religión en las que murió mucha gente en nombre de Dios, a raíz del surgimiento del protestantismo en Alemania, como rebeldía frente a una Iglesia Católica sumida en una crisis frente a las ideas humanistas que denunciaban abiertamente la riqueza de la Iglesia, los privilegios fiscales de sus propiedades y el exceso en la manera de vivir de su jerarquía frente al abandono de las taréas espirituales.
El posicionamiento fué radical, comenzando así la rápida extensión de las reformas de Lutero que dividieron Europa en dos, una católica y otra protestante, nombre este último que toma de la rebeldía de esos principes y ciudades germánicas ante la decisión del monarca Carlos V de eliminar la libertad de culto. Por eso, ante estos últimos acontecimientos, la imagen de Dios unido a la guerra parece seguir siendo por desgracia inseparable de la historia de la humanidad, y se hace realidad aquel fragmento del Apocalipsis: apareció otro caballo alazán y a su jinete le dieron poder para quitar la paz a la tierra y hacer que los hombre se degüellen unos a otros.
Por allo sorprende que cuando ya ha pasado más de un siglo desde el enunciado de Nietzsche, en el que aseguraba que Dios había muerto, como idea de un nuevo código moral, la humanidad simplemente no ha sido capaz de construir un código de valores en ausencia de un orden dívino.
Creo que todos los que habitamos este espacio llamado Tierra, y que huimos de radicalismos estériles, tanto si somos creyentes, ateos o agnósticos, no entendemos porque en pleno siglo XXI mientras los avances científicos parecieran poder explicarlo casi todo, estos descubrimientos no solo no mueven montañas, sino que ciertos dogmas de fé son los que lo hacen, y además se van radicalizando.
La humanidad parece no haber aprendido nada de la historia, por ello, en palabras de Karl Marx, ésta siempre se repite, primero como tragedía y después como farsa. Y aunque es bien cierto también que las más de siete mil millones de personas que habitamos el planeta nos seguimos haciendo las mismas preguntas que el hombre se ha hecho durante siglos: quien soy?, por qué estoy aquí? qué es la muerte?. Y fué esa búsqueda de respuestas a un simple pensamiento el que dió origen a lo largo de los tiempos de las diferentes religiones, en gran medida por el miedo a ese dramático final que es la muerte.
Entonces, por qué la religión provoca muerte? por qué es bueno creer en un Dios si este desata la locura?
Simplemente miremos hacia atrás: las cruzadas, la inquisición. Pero aún así, no podemos olvidar el verdadero valor que está ímplicito en todas ellas: la paz. Por lo tanto, recojamos y potenciemos el valor mayor que tienen, y que es el denominador común en todas ellas, como base de un código de valores universal más alla de creencias o nó. Así que frente a las amenazas de posibles atentados en nombre de Dios, yo sigo escuchando al grupo barcelonés Love of Lesbian repetir una y otra vez
Sabes? Dios por Dios es cuatro, mundo lleno de insensatos.
No lo vés? no lo vés?, se acabaron las teorías de la fé.