Efectivamente podríamos sin lugar a dudas, hacer un estudio adecuado de la humanidad a través de sus arquitecturas, la relación entre historia y arquitectura, en un juego de espejos en la que descubirir cuál determina a cuál, en un relato que nos vaya narrando esos lugares construidos, contribuyendo como si de un cuento se tratara, al conocimiento sobre la evolución del hombre.
Pero hace un par de días me hablaron de un post que aparece en un blog denominado: Vicisitud y Sordidez. El post se titula Satán es mi señor. Tú vida vá a ser un infierno. Es una crítica feroz, despiadada del movimiento moderno, concretamente a los llamados polígonos de viviendas, y a arquitectos como Le Corbusier. Este ejercicio también de la palabra, es en contraposición con el anterior, soez, lejano de la sutileza del autor portugués; es el ejemplo de la palabra dura, que golpea, y que me provocó cierto rechazo en un principio, pero a medida que lo fuí analizando caí en la cuenta de que los modelos arquitectónicos vanagloriados, enseñados desde las escuelas de Arquitectura, son para quien los habita, unas construcciones desde las cuales la historia humana no consiste precisamente en la felicidad, sino en un generador de frustracciones individuales y colectivas. Es el relato de los actores de esas edificaciones de las cuales, otros, solo somos meros espectadores. Objetos estéticos que estudiamos, contemplamos y en muchas ocasiones mitificamos. Olvidándonos que su único propósito era el de servir de contenedor de la vida, de hombres y mujeres. Son lugares a los que nunca nos acercamos los arquitectos para conocer el desarrollo de los individuos que allí habitan, y poder capturar así su resultado social, muchas veces trágico. Es la insensatez de los más inteligentes y talentosos que no shan sido capaces de dominar una serie de factores humanos, creyeron desesperadamente en un orden, y lo único que crearon fué el caos sin significado ninguno para los que allí viven, convirtiendo esos microcosmos en un desorden de la vida humana, que se refleja en estos espacios, en su grado más intenso. Uno de los polígonos de viviendas que el autor pone como ejemplo, es Park Hill en Sheffield ( Inglaterra ) construido entre los años 1957 y 1961.
Entornos urbanos como este, han sido retratados magistralmente por el cinesta inglés Ken Loach, retratando esos universos estéticos marginales, puro realismo sociológico, la otra historización de la Arquitectura, el registro sucio. No lo que aparece en los libros, o lo que te cuentan en la Universidad.
Aquí no hay ficción, no hay artificio con los encuadres, ni con los ángulos de la cámara para que nos devuelvan imagenes de formas geométricas puras y limpias. Aquí hay la razón profunda por la que muchas de estas arquitecturas si las hablasemos revelarían la palabra más ofensiva y feroz, una realidad social llena de conflictos por su falta de humanidad.
Porque como decía Bertol Brecht la historización pone en juego dos historicidades: la de la obra en su propio contexto y la del espectador en las circunstancias en que asiste al espectáculo.