Evidentemente los actores son otros y si esa escena se repitiese en el año 2013, el Rey sería sin lugar a dudas el mercado financiero, sentando a su derecha a los grandes bancos así como a los gobernantes de los países con las economías más potentes, y a la izquierda, la mayoría social. Es en este espacio, heterogéneo, amplio y complejo, donde surgen las grandes contradicciones y enfrentamientos políticos, que relegan a un segundo plano las prioridades de la ciudadanía.
Un claro ejemplo podría ser la reunión de políticos socialdemócratas e intelectuales europeos, para reflexionar una vez más, el mismo día 15 de Septiembre de 2008 cuando Lehman Brothers se declaraba en quiebra, y comenzaba una tormenta de nefastas consecuencias para la economía mundial. Por ello no debe de extrañarnos, que mientras la izquierda se debate en cuestiones ideológicas para relocalizarse, la mayoría social comience a darle la espalda. Por esta razón, no causa ninguna sorpresa, leer en prensa titulares que anuncian las múltiples escisiones de los partidos de izquierda, sea cual sea el país desde el cual se informa; el pasado verano fué la izquierda alemana, que abría su Congreso centrándose desesperadamente en luchar para evitar la ruptura, en una batalla contra el tiempo por la consecuente pérdida de apoyo electoral; en esa ocasión su lider Oskar Lafontaine, les recordaba a los 500 delegados que la formación Die Linke ( la izquierda ) que había nacido en el 2007 de la fusión de los postcomunistas y los desencatados de la socialdemocracia, lo había hecho después de un camino difícil y tortuoso que no se podía echar por tierra por conflictos derivados de susceptibilidades ideológicas.
En España por poner otro ejemplo, la llamada izquierda plural se constituyó como grupo parlamentario para la X Legislatura, lo que denota un mero gesto cara a la galería, ya que no es nada más, que un amplio repertorio de siglas que reflejan los imnumerables matices de los partidos clásicos de izquierda.
Ahora le toca el turno a México, donde también se inició la fragmentación desde hace unos meses, una división para homologarse a la compleja normalidad que domina el continente.
Evidentemente, estas continuas crisis de la izquierda en todo el mundo, hacen imprescindible la definición de un nuevo paradigma. Pero, mientras tanto, el que gana es el sistema, y los que se sientan a su derecha, que van utilizando en su estrategía, uno de los modelos más importantes del diseño algorítmico, "el de divide y vencerás", resolviendo el problema simplemente dividiendolo en partes más pequeñas, y así poder seguir diseñando la política mundial sin freno alguno, gracias a la contribución de las sucesivas fragmentaciones de la izquierda; algo que conocían a la perfección, tanto el Emperador romano Julio Cesar, como Maquiavelo, el gran maestro de la esgrima política, que defendia la idea de que un buen militar debería perseguir la división del ejercito enemigo, procurándole buenas razones a sus integrantes para sembrar el cisma y hacerlos más débiles.
Pero ese nuevo discurso de la izquierda, tendrá que definirse desde un núcleo teórico distante y distinto a los dogmas ya caducos; desechando, entre otras cuestiones, y de una vez por todas, la terminología rancia que utiliza, y renunciando a la concepción de la estratificación social basada en el lugar que se ocupa en la cadena productiva, para sustituirla por la capacidad de consumo, más acorde con la realidad socio-laboral de nuestro acontecer histórico actual. Ello implica necesariamente, la reformulación del modelo de funcionamiento de las organizaciones políticas actuales de corte tradicional, absolutamente arcaicas; y comenzar a hablar de liderazgos compartidos, ya que la cuestión principal no subyace en la relación lider-colaborador, sino en la de los colaboradores entre sí.
Obviamente en el contexto de la política contemporánea, el nuevo paradigma debe clarificar el papel de los actuales Estado-Nación en el contexto de un mundo globalizado. Este es uno de sus grandes retos, ya que tal y como están concebidos, han demostrado en esta crisis financiera su estrepitoso fracaso. Por ello, hay que democratizarlos desde abajo, y desde arriba, reconociendo realidades que aunque no nos gusten hay que enfrentarlas para poder actuar y modificarlas; me estoy refiriendo aquí a la globalización, a esos flujos migratorios de comunicación y de capital donde la izquierda precisa urgentemente dar respuestas transnacionales creibles. Pero esta tarea de elaborar un nuevo discurso, se relega una y otra vez, y la práctica de la izquierda solo se centra en hacerse cargo del cansancio de los ciudadanos, utilizando tácticas reactivas, que tratan de recoger de manera exclusivamente retórica, la indignación y la protesta, de una sociedad que sale a la calle impotente, frente a una democracia de baja intensidad que aleja de ella, los centros de decisión que más impactan en la vida de los ciudadanos; lo cual ya no sirve, pues ya no es más que un simple habito, una liturgia, no representa una idea, ni un concepto político nuevo.
De no mudar esta situación sería cierta la tremenda sentencia que hizo en el año 2007 el premio nobel de literatura, el portugúes José Saramago:
"Antes nos gustaba decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda"