Miercoles 16 de Enero del 2013 |
1-7 / Diciembre / 2012
Diego de Ybarra
Reflexiones de un diletante.
Diego de Ybarra

El malinchismo del foro

En las pasadas semanas se llevaron a cabo, en distintos lugares, tres de las subastas de arte latinoamericano más importantes del mundo. Dos de ellas tuvieron lugar en Nueva York (la Ciudad Imperial de Orozco); la otra en la Ciudad de México.

A la hora de aventar cifras no lo haré con exactitud (porque es muy aburrido, y porque redondeando y lanzando aproximaciones corro menos riesgo de equivocarme).

En cada una de las dos subastas neoyorquinas se superó el umbral de los veinte millones de dólares en ventas. En México, la casa de subastas Morton vendió por su parte más de treinta millones... de pesos.

Una pregunta de inmediato se impone: ¿por qué se vendió sustancialmente tanto más en subastas fuera de México? Y las respuestas muy válidas, y casi pensaría uno que obvias, no se hacen esperar: "Porque hay mucha gente más rica en Nueva York." "Porque se ofrecen mejores piezas en las connotadas subastas estadounidenses." "Porque la gente está más al pendiente del mercado del arte en Nueva York".

Quizá todas estas respuestas sean correctas. Acá no se trata de obtener la razón, sino simplemente de reflexionar sobre un curioso fenómeno de malinchismo. El malinchismo del foro.

¿Había malas piezas en la subasta del Casino Militar de López Morton? No. ¿Había firmas desconocidas en su generalidad en México? No. ¿La gente en México no compra arte? Incorrecto. ¿La gente en México anda muy mal de centavos? Error.

Hay varios puntos a tomar en cuenta.

Sin duda, el mercado del arte neoyorquino está más desarrollado que el mexicano. Es verdad, también, que las casas Sotheby´s y Christie´s tienen una historia más longeva que la de cualquier casa subastadora mexicana.

Es posible que en volumen el poder adquisitivo de la gente del foro estadounidense sea mayor, por supuesto.

También opera como factor decisivo el de la relevancia de comprar en un foro neoyorquino: a uno le debe causar mucho entusiasmo ir a un evento de estos a ver y a ser visto, y sobre todo a ser visto si se puede levantar de tanto en tanto una paleta cuando el martillero grita precios desorbitados, de forma que los demás asistentes se sientan obligados a cuchichear, a maravillarse, y a elaborar conjeturas respecto de la envidiable, opulenta y comodísima riqueza del de la puja.

Pero todo ello obedece al malinchismo del foro.

Lo divertido: se sabe que el arte es muy local en muchos casos a pesar de los tiempos en los que vivimos. Es mucho más natural que un coleccionista mexicano le adjudique mayor valor a una pieza de Icaza a que lo haga un coleccionista italiano; sería más lógico pensar en que un cubano se entusiasme más por la obra de Wilfrido Lamm a que esto le suceda a un sueco; más valoraría un estadounidense que un guatemalteco una pieza de Norman Rockwell; y más interés causa para un mexicano una escultura de Soriano que para un español. Todo esto en principio, claro. Sería absurdo negar la relevancia internacional de ciertos - muchos - artistas cuya fama trasciende las fronteras incluso de los países más herméticos.

Me gustaría referirme a determinados artistas mexicanos cuya obra ha sido presentada en estas tres subastas, a saber: Diego Rivera, Frida Kahlo, Juan Soriano, Rufino Tamayo y Rodolfo Morales. Acepto agresiones si digo que todos ellos son artistas locales, y que si son adquiridos por extranjeros ello se debe a que son considerados por los extra-mexicanos como artistas mexicanos que llenarán sus salas de colorido folklor. No estoy haciendo juicios calificativos de la calidad artística de la obra de ninguno de ellos. Sólo estoy diciendo algo que es verdad, y pues ni modo.

En este orden de ideas, hay que tomar en cuenta que arte como éste no deja casi nunca de ser folklorista aunque Octavio Paz se enoje y diga que Tamayo significó el origen de la cosmopolitización del arte mexicano. Lo que sin duda es cierto es que muchos de los coleccionistas que se hacen de piezas de artistas latinoamericanos (mexicanos en lo concreto) en los relevantes foros de la Gran Manzana son también latinoamericanos (mexicanos, en lo concreto).

Así pues, resulta que analizamos las cosas y vemos que entre los que contribuyen a las elevadísimas cifras alcanzadas por los subastadores en Nueva York, hay muchos coleccionistas mexicanos. ¿Por qué no compraron mejor acá en México? varias de las razones arriba expuestas pueden servir de respuesta a la interrogante. En todo caso yo hago una reflexión para mi propio recuerdo. Vaya: si yo tuviera algo de feria suelta para irme a comprar a Nueva York un par de Leonoras, un dibujo de Frida y un cuadrote de Tamayo, seguramente lo haría... y de paso me regalaba una sofisticada vacación.

En su perene afán de comunicar hasta la más ilustre de las barrabasadas, Diego de Ybarra escribe desde que puede, y como puede.
Ha vivido en México, en Francia y en Italia,y actualmente debe estar por algún lugar inconveniente de la Colonia Roma.
Entusiasta del arte y lector más que escritor, busca sin cesar la forma de encontrarse con lo artístico y con quien escriba de ello.
Ha organizado y curado exposiciones de obra pictórica en la itinerancia, discutibles happenings dedicados a promover la obra de aquellos pintores jóvenes que le llaman la atención. Confiesa que su nociva curiosidad lo orillará una tarde de lluvia a querer averiguar qué se siente aventarse de espaldas por una ventana abierta.
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