En el Nocturno Azul y Oro, el puente Battersea el puente que se presenta en primer plano, con un tamaño fuera de proporción, en una audacia estética, está inspirado en los grabados de Hiroshige. Lo que hace a este paisaje una obra irreal son las brumas con las que cubre la estructura del puente, la combinación de azules eléctricos que difumina los objetos haciéndolos casi desaparecer. La línea de horizonte que marca al fondo es perceptible pero carece de detalles, la enorme T del puente es una franja que divide el plano.
Whistler no permite que nos distraigamos con aspectos minúsculos del paisaje, desea que nos abstraigamos con una atmósfera, que nos dejemos llevar por las tonalidades, la composición, la temperatura de la obra, con la emoción del color. La paz melancólica que despierta el silencio del azul.
En otra pieza rompe de nuevo los límites que ya había violado, en el Nocturno Azul y Plata, la niebla que cubre el puerto es la bruma de la memoria, es esa lejanía de lo que ya no está presente, que existe en el sitio donde depositamos su imagen para verla cuando la necesitamos, en el fondo de nuestros recuerdos. El lienzo está dividido en dos: la lejana orilla de la tierra se refleja en el mar, sus colores fríos, no define una construcción o montañas con claridad, vemos la presencia del concepto de la distancia, en el tiempo y en el espacio, vemos la idea de la nostalgia, del lugar lejano, no hay una referencia que nos diga dónde está ese sitio, entonces entendemos que está dentro de la mirada de Whistler, en su memoria.
Whistler evolucionó el paisaje para decirnos que este no es un lugar, es una idea, es una metáfora de la distancia, el paisaje puede ser un estado mental, un momento emocional, no un sitio geográfico. Rompió con cualquier definición exacta del terreno para llevarlo al color. Dio el salto a la abstracción al experimentar las posibilidades pictóricas, adelgazando sus óleos con aceites, y aplicando decenas de capas para crear estas atmósferas vagas y vaporosas. Whistler sacó lo esencial del paisaje, su recuerdo y se concentró en eso hasta amplificarlo y hacerlo la obra misma.
Whistler acabó con la concepción clásica del paisaje, y abrió la puerta del abstraccionismo, como lo hizo también la obra de Turner. Proust, que admiró a Whistler como un auténtico fanático de su obra, en su novela en Busca del Tiempo Perdido investigó el misterio entre memoria, percepción y arte, el personaje Marcel le dice al pintor Elistir (inspirado en Monet, Whistler y otros pintores) "La pintura me hace amar y comprender a las cosas más que ellas mismas, un paisaje, la silueta de una mujer en la playa, perpetuán su belleza para mí y revelan su belleza para mí".