Miercoles 16 de Enero del 2013 |
24-30 / Noviembre / 2012
Avelina Lésper
Arte y Dinero
Avelina Lésper

Artistas políticos y clowns

Después de ver el video de Ai Wei Wei imitando a un cantante coreano es evidente que su gran éxito es decir que odia al gobierno chino, y revelarse de forma mediática: les da a los medios lo que quieren ver. La cúpula china ayuda con su elemental censura, lo persiguen por nimiedades. Que le hayan censurado ese video son ganas de hacer famoso a alguien y victimizarlo a nivel internacional. Su relación con el gobierno y la censura es un circo y es muy oscura.

Ai Wei Wei está muy lejos de ser un artista comprometido como lo exhibe la prensa internacional y las numerosas ONG que lo premian. Es una contradicción porque gran parte de sus grandes éxitos arquitectónicos y de presencia en exposiciones y bienales, son con el indudable y ostentoso apoyo del gobierno comunista. Sus obras son objetos costos que sin la inversión de un mecenas no podrían ser realizados.

Su participación en el diseño del estadio de Beijing, no hubiera sido posible sin la aprobación gubernamental. Esas obras se comisionan, en cualquier país del mundo, con un intenso cabildeo. Sabemos de lo que es capaz la burocracia si decide bloquear un trámite: con un gesto basta para detener desde la construcción de un edificio hasta la expedición de un pasaporte o una visa. Las semillas de porcelana que mandó hacer por toneladas no hubieran llegado a la sala de las Turbinas de la Tate de Londres sin el consentimiento del gobierno que supuestamente lo censura y lo acosa.

El gobierno comunista chino tiene fama de ser omnipresente, omnipotente y mantener un férreo control sobre sus habitantes. Wei Wei se ha quejado de una persecución implacable, pero puede llevar a cabo trabajos que incluyen una logística y una infraestructura que pasa necesariamente por las instituciones del gobierno. Analizando sus protestas es evidente que su problema y tema es él mismo y lo que a él le sucede. Su activismo más relevante fue la publicación de una lista de nombres de estudiantes muertos en un temblor, en el que se derrumbó parte de su estudio.

La presencia mediática de Wei Wei, que raya en el ridículo, es de un clown de lujo para las ONG y la prensa, es una pantalla que distrae de la realidad que padece China. Su valoración internacional es el premio a una revolución descafeinada que él representa, que oculta y desvirtúa los movimientos serios y los grandes problemas que viven millones de personas como las condiciones del trabajo o la corrupción.

Los occidentales lo encumbran porque, en el fondo, están con el dinero y con un partido que impulsa un crecimiento voraz, sin reglamentación, que ha desbaratado la industria de miles de países. Los industriales se han llevado uno a uno, de forma voluntaria sus negocios a China, porque una tableta de Apple les cuesta un dólar maquinarla. Si no fuera porque existe un país que maquila todo lo que el planeta necesita no existirían los mercados especulativos que azotan a Europa. El circo de Wei Wei es cómplice de esto, es una tapadera de moda, es un clown del sistema.

Crítica de arte; entre sus líneas de investigación están
la pintura europea y el mercado del arte.
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